miércoles, 15 de enero de 2014

EPIDEMIA FUTBOLERA 1947

No cabe duda de que cuando algo se pone de moda o se dispara entre lo que ya es rutina o costumbre, nadie lo puede parar.

Yo recuerdo que se comenzó a calentar la afición por el futbol en una forma impresionante. En aquellos tiempos los años cuarenta, los campeonatos ó torneos que regían en el ambiente futbolero estaban integrados por inolvidables equipos como el Puebla FC., el España, el Marte, el Atlante, el Necaxa, el Atlas, el Guadalajara, el León, el Oro y el Veracruz. Honradamente, en aquellos días ya se jugaba muy buen fútbol.

       Yo como aficionado que fui, recuerdo los nombres de muchos de los jugadores de aquellos tiempos, como es el caso del español Isidro Lángara y el veracruzano Pirata Fuente, los dos magníficos delanteros del Veracruz.

     También recuerdo a futbolistas que dejaron huella como el español José Iborra del Club España y a un grupo de valiosos jugadores argentinos que fueron contratados para jugar en el Puebla FC., y que hicieron muy notoria su aparición en el ambiente futbolero y en la conservadora sociedad angelopolitana. Dentro de ese grupo de jugadores argentinos, se destacaban el llamado coloquialmente Pito Pérez, Bruno Rodolfi y Eladio Vaschetto.   


Este Vaschetto, además de haber hecho notar su arribo a suelo mexicano como un destacado futbolista del River Plate,  provocó una inquietud entre las damas poblanas pues era un apuesto galán que podía haber triunfado fácilmente en Hollywood.

Así fue que no tardó en hacer click con una señora de la crema y nata de la inmaculada sociedad poblana. Pero lo más curioso fue que él, la referida dama y su conocido y apreciado marido se entendieron tan perfectamente  bien, que no tardaron en convertirse en una suigéneris pareja de tres.

El señor, dueño de la casa y de tan hermosa cornamenta, se paseaba feliz por las calles del centro de la angelópolis  manejando su hermoso Packard convertible llevando a su lado a su esposita y de copiloto a su amigo y socio que recién había salido del closet, (en esos tiempos los asientos delanteros de los autos eran corridos y para tres personas). Así, con buena voluntad e inteligencia, todos contentos.

Pues volviendo al futbol y por lo que corresponde al nivel amateur, yo me animé a ingresar a un equipo denominado ALES  que en Puebla gozaba de un gran prestigio. Este equipo estaba formado por los acólitos de diferentes Iglesias predominando la consagrada a la Inmaculada Concepción conocida popularmente  como: “La Concha” y aunque yo ya estaba un poco pasado de edad para andar de monaguillo, no me importaba con tal de formar parte del famoso equipo.

Ahí en la Concha, nos encontrábamos todos los miércoles y los sábados para entrenar y para hacer planes y ordenar nuestras estrategias en cuanto a la forma de  juego y cuando había torneos, los juegos eran los domingos después de ayudar en un par de misas.

 El religioso perteneciente a esa orden de sacerdotes del Espíritu Santo notre père Luis, era un francés grandote y gordo muy buena onda y de muy buen carácter, y precisamente él era quien estaba a cargo de nosotros.

Ese condenado padrecito la agarró conmigo y cada vez que podía me decía que me decidiera a ingresar a su orden como novicio. Me alegaba que yo tenía el perfil perfecto para seguir por ese camino. Yo ya de plano le sacaba la vuelta porque cada vez que nos encontrábamos me llamaba aparte y comenzaba a tratar de convencerme.

 Yo nunca le prometí considerar esa probabilidad, por el contrario, le aseguraba que yo seguiría el ejemplo de mi padre y formar una familia con mi esposa y mis hijos.

Pero resulta que una noche llegué a mi casa y al aproximarme a la sala deduje que había visitas porque la luz estaba encendida y además se oían voces. Me asomé para cerciorarme que así fuera y me fui llevando la gran sorpresa de que la visita era nada menos que notre père Luis que con una copita de vermouth en la mano conversaba con mis padres.

Después de saludarlo y en medio de la sorpresa, besé la diestra de mi padre y la mejilla de mi madre que estaba inmersa en un tierno llanto. Yo no entendía que estaba pasando, y el porqué de esas inexplicables lágrimas.

Entonces, mi mamacita con voz entrecortada, me preguntó….Por qué no nos habías dicho???.....a lo que agregué……Que es lo que les debí haber dicho??? ….Pues el Padre Luís nos está enterando de que vas a ingresar al seminario para seguir la carrera del sacerdocio…..y yo me quedé perplejo y volviéndome al Padre le dije: Oiga notre père Luis, de donde sacó eso de que me voy al seminario…..yo nunca he aceptado, ni le he prometido nada. Y dirigiéndome a mis padres dije: El Padre Luís me ha insistido mucho, al grado de que últimamente ya le saco la vuelta pero nunca de los nuncas le he hecho sentir que tal vez yo pudiera decidirme por ser  sacerdote.

Entonces, notre père Luis se encrestó y me dijo con voz autoritaria y firme: a ver, querido joven, quiero que me des una razón de peso para que yo deje de insistir en ello…..te escucho….

Pues mire Padre, con todo respeto y para acabar con esta situación que ya se tornó en molesta, le doy la razón que usted me pide: “Sépase usted que a mi me gustan mucho las viejas y que espero con ansias alcanzar la edad para casarme y disfrutar de la vida y de la cama con mi mujer”.

Acto seguido el tal padrecito francés se puso de pie y dijo: Bueno señor y señora, les agradezco mucho que me hayan recibido y espero que el Señor Todopoderoso se apiade y guie a este muchacho por el camino del bien. Tomó su sombrero y su bastón y diciendo Buenas Noches salió de la sala y desapareció.

Aclarado el punto con mis padres, tomé la determinación de no volver a La Concha, me olvidé de mis amigos monaguillos y del equipo de futbol y del equivocado, obstinado, imprudente y necio notre père Luis.        

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