viernes, 20 de diciembre de 2013

LAS BENDITAS PANTIS DE LA TIA CUQUITA

     La vieja Tía Cuqui, madre de un hijo casado y una hija soltera, vivía tranquila su viudez de casi ocho años contando con la compañía de su hija Lupita, allá en la bellísima Ciudad de Puebla.

     La hija, conocida amplia y simplemente cómo Pita, trabajaba en uno de los Bancos de la ciudad y tenía un buen puesto, pero por otro lado sufría por algunas limitaciones como pueden ser que no sabía nadar, no sabía inyectar, no sabía sacarse partido en cuanto a su escaso sexapil, no sabía bailar ni hablaba inglés, pero era muy buena persona y en todo lo que podía apoyaba y protegía en especial  a su abnegada madre. Para acabarla de amolar, usaba unos horribles anteojos elaborados con dos fondos de botella.

     Total, que la tal Pita era como un buen jovenazo y cuando se le observaba, involuntariamente la relacionaba uno con los magos e ilusionistas cuando por costumbre dicen: Nada por aquí....nada por allá,........pero por otro lado, era indiscutible que Pita en su trabajo era una persona cien por ciento confiable y que no corría ningún riesgo en cuanto a un posible acoso sexual, rapto o caer como víctima de un crimen pasional. Se le podía haber conocido como: “Pita, la matapasiones”.

     Así fue que al paso del tiempo madre e hija se complementaban perfectamente en todo lo que pensaban y en todo lo que hacían, por lo que poco a poco le fueron perdiendo el miedo a montarse en su flamante Mustang  y con sus maletas en la cajuela y los fondos suficientes salir los fines de semana para disfrutar de sus breves viajes a corta distancia como podían ser sus visitas a Fortín de las Flores, a Tehuacán, a Orizaba, a Córdoba y cuando coincidía con algún puente vacacional, se animaban a rodar hasta Veracruz o a la complicada Ciudad de México.


El inmaculado Mustang de Pita.


     En una ocasión, a Pita, en su oficina, se le presentó la necesidad de viajar a la ciudad capital y como se trataba de un viaje de trabajo, le planteó a su jefe, el Gerente del Banco, la posibilidad de hacerlo en compañía de su mamá y en el auto de su propiedad y el jefe no tuvo ningún inconveniente en estar de acuerdo.

     La comisión que le fue encargada se iba a llevar de cuatro a cinco días hábiles, dando así oportunidad de dar una paseadita por la ciudad y visitar algún museo e ir al teatro o al cine con la seguridad de que no descuidaría en nada el principal objetivo de ese viaje y poder entregar ya de regreso, buenas cuentas con respecto a la gestión encomendada.

     Y así fue, pudieron divagar harto y bastante y de no haber sido porque a doña Cuqui le sacaron la cartera de la bolsa en su visita a la Villa de Guadalupe, que en hotel le desaparecieron parte de su ropa, que en el teatro le vendieron cuarta fila y las sentaron en la dieciséis como señalaban sus propios boletos, que en el metro les sobaron los gluteos y que en el estacionamiento les robaron la inmaculada rueda de refacción de su Mustang del año a la vez que les cambiaron su flamante batería por otra que estaba a punto de fallecer, el viaje pudo haber sido maravilloso.

     Cuando a los cuatro días emprendieron el viaje de regreso con rumbo a Puebla y después de pasar Río Frío que es casi la mitad del camino, se encendió en el tablero del auto la lucesita amarilla que dice "engine" caso en el que Lupita  tenía la advertencia de frenar inmediatamente y apagar el motor porque de lo contrario, caía en el imperdonable riesgo de fastidiar la máquina.

     Después de frenar y orillarse a la orilla,  prendieron sus luces intermitentes y comenzaron a temblar de miedo y a rezar el rosario que ya traía entre sus manos doña Cuqui. Pasaron algunos minutos, tal vez veinte y de pronto se estacionó adelante de su auto una camioneta blanca con verde que traía lucesitas como de patrulla. El chofer descendió de ella y se plantó frente a su ventanilla haciendo señas de que bajaran el vidrio.

Los benditos Ángeles Verdes.

     Una vez abierto dijo: No teman señoritas, yo soy de la Patrulla de “Los Ángeles Verdes” y estamos para auxiliar a los usuarios de la carretera que puedan necesitar ayuda, como supongo que es su caso. 

     Que le pasa a su auto?...y la temblorosa Lupita bajó el vidrio y le dijo casi musitando: ¡Ay señor Angel Verde, en el tablero, se prendió el foquito amarillo que dice "Engine" y cuando compré el auto me recomendaron que ......etc., etc.

     A ver seño, por favor ábrame el cofre y el cofre se abrió y el ángel se empinó y casi de inmediato resurgió y acercándose con mucha seguridad dictaminó: Mire señito, su problema ni a problema llega, lo que sucedió es que se reventó la banda que mueve las poleas del motor, de la bomba de agua y del alternador, nomás se instala una nueva y ya,... pero el problema que si es problema es que como su coche es de modelo reciente, no traigo ese tipo de banda y hay que ir a conseguirla hasta México ó hasta Puebla porque estamos justo a la mitad. La otra solución es llamar a una grua pero va a tardar un par de horas y le van a cobrar bien caro.

La banda rota y todo lo que debía mover.

     En ese preciso momento, madre e hija rompieron en llanto, tal vez les apuró que ya eran las cuatro de la tarde y en unas horas más se empezaría a oscurecer. Ante tan dramático cuadrito, don Ángel Verde se aventuró y les hizo una pregunta casi en secreto: perdone señito, usted ó doña seño de casualidad traen pantimedías???......entonces el torrente del llanto aumentó al grado de que el mecánico estuvo a punto de abandonar el caso esfumándose para evitar ser acusado de acoso sexual. Afortunadamente logró tranquilizarlas y les explicó de que se trataba: Iba a intentar suplir la inexistente banda, haciendo una trenza con las piernas de sus pantis y esperaba tener éxito, asegurándoles que en alguna ocasión ya lo había hecho y con increíble éxito.

     Ya más tranquilas, madre e hija bajaron del auto, abrieron la cajuela y de una de una sus petacas sacaron unas pantis de doña Cuquis  y con muchísima pena las pusieron en manos de don Ángel Verde. El tio, valiéndose del postecillo del espejo de su camioneta, ató la parte que corresponde a la cintura de esa íntima prenda y mientras la restiraba como queriendo hacer más largas las piernas, comenzó a hacer una verdadera trenza muy bien angostita y apretadita hasta llegar y rematar en la punta de lo que serían los grotescos dedos gordos.

     Acto seguido se volvió a sumergir por abajo del cofre y después de unos cuatro ó cinco minutos surgió a la superficie y le dijo a Lupita, que siempre estuvo frente al volante.

     Mire usted señito, ya la instalé lo mas apretada que pude; va usted a arrancar el motor, por lo pronto  no pise el acelerador, ponga “draiv” suelte el freno y solito se va el coche, poco a poquito va a ir metiendo el acelerador y va a ir aumentando la velocidad, afortunadamente desde aquí y hasta San Martín Texmelucan es de pura bajada, después será plano, afortunadamente no hay subidas. Así se puede ir hasta Puebla, no pase de 60-70 kilómetros por hora.
     
     Están ustedes servidas y que Dios las proteja, si se les prende de nuevo el foquito, se orillan a la orilla y esperen a que algún otro compañero les atienda y para que no pasen vergüenzas, antes de que el les pida las pantis, ténganlas ya listas. Ojalá y no sea necesario. Hasta luego y buen viaje.

     Así fue que Cuqui y Pita se quedaron frías y aunque un poco tarde, reaccionaron y agradecieron a don Ángel para agradecerle ofreciéndole algún dinero a modo de gratificación que el se negó a recibir.
Cuando llegaron a Puebla, en vez de dirigirse a su casa, tomaron camino derechito a la agencia Ford donde correspondía y justo cuando ya era casi la hora de cerrar. Al llegar al área de recepción de autos, el agente les saludo y preguntó sí requerían el servicio de revisión y mantenimiento de rutina a lo que Lupita  contestó: Si es tan amable, háganle el servicio que le corresponde y póngale una banda nueva porque la que traía se rompió en la carretera.......y por favor, no me vaya a querer devolver mis pantaletas .......perdón, mis pantimedias, ahí le encargó que las tire a la basura.

     El agente se quedo perplejo y mientras tanto musitaba:
….. pantaletas…. pantimedías….. pantaletas…. pantimedías…..pant..

     Ellas tomaron un taxi para llegar a su casa con todo y maletas, al día siguiente fueron a comprar media docena de pantis cada una y se comprometieron a no contar nada de lo sucedido a nadie porque no querían poner en tela de juicio su tan cuidada reputación.

La bella Ciudad de Puebla de los Ángeles.

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