sábado, 19 de junio de 2010

SUCEDIÓ EN EL CONSULADO

Mi Esposa Cristy y yo, cumpliendo con una recomendación, acudimos al Consulado de México localizado en un punto determinado de la ciudad de Houston. Se trataba de tramitar nuestra Matrícula Consular que nos debía ser muy útil como mexicanos residentes en el extranjero.


Nos habilitamos de cuantos documentos nos pudieran pedir y salimos muy tempranito a buscar el Consulado. Llegamos alrededor de las ocho de la mañana y después de deshacernos del auto llegamos a la entrada en donde el policía nos dijo que a las siete comenzaron a entrar los integrantes de una cola de ciento y pico de cristianos y que para las siete y quince se habían agotado los pases.

Después de sufrir esa contrariedad y convencernos que para tener acceso debíamos llegar al edificio antes de las seis de la mañana para lo cual tendríamos que salir de casa pasadas las cinco de la mañana, se me ocurrió decirle al policía: 

Oiga poli, con quién podré hablar para que nos ayude porque mi esposa está muy enferma y para nosotros es imposible llegar mas temprano?

Lúnico que le puede apoyar es el Cósul Balderas ques el questá en la ventanilla delorilla derecha.

Y dando por entendido que me estaba permitiendo pasar, pasamos ante el sorprendido policía. La sala de espera era un verdadero salón amueblado con bancas corridas. Podría pensarse que era un templo. Sobre las bancas la gente se iba arrastrando de nalgas a medida de que se iban desocupando lentamente los lugares.

Nosotros nos aproximamos a la ventanilla donde estaba atendiendo el Cónsul Arturo Balderas Rodríguez en espera de que terminara de atender a una persona. Se comenzó a oir el típico “a la cola” pero nosotros no hicimos caso.

Cuando el Cónsul terminó con esa persona y llamó al siguiente según el turno, yo me acerqué diciéndole: Señor Consul, ésta es la tercera vez que intentamos y no logramos conseguir el pase, venimos desde muy lejos y mi esposa esta muy enferma, nos podría ayudar?

El Cónsul se quitó los de ver de cerca, me checo y checo a Cristy, tomó dos tarjetas impresas, les estampó su inicial y me dijo:

Aquí están sus pases pero tendrán que aguardar a que les toque su turno, tendrán que esperar hasta el final. Lo siento.

Le di las gracias y nos acomodamos por allá hasta el fondo en los últimos lugares. Una vez situados, comenzó el aburrimiento. Sentí el deseo de dibujar, no tenía papel para comenzar a mover el lápiz,  pero en el mismo folder en que llevaba mis papeles comencé a dibujar un paisaje imaginario.

Se trataba de una casita de campo a la orilla de un supuesto lago. En su pequeño y rústico muelle amarrada una lanchita de las llamadas “bote”. La orilla plena de vegetación, alrededor de la casita frondosos árboles, por ahí un caballo atado, mas allá el paisaje que se fugaba hasta el horizonte, hasta las montañas bajo un espléndido cielo adornado con algunas nubes.

Pues ese era el tema que fui improvisando a medida que avanzaba. Después de una hora de estar corriendo mis lápices que invariablemente van conmigo, di por terminado mi trabajo firmándolo bajo una dedicatoria que decía mas ó menos así:

Al Cónsul Arturo Balderas con nuestra gratitud y afecto.  Gabriel Abaroa y Sra.   Fecha.


Ahora tocaba esperar y esperar, apenas había pasado a ventanillas una cuarta parte de la asistencia pero ni modo. De pronto, alcanzamos a ver que el Cónsul se ponía de pie y cerraba la ventanilla donde había estado trabajando. A través de las demás ventanillas podíamos ver que por allá adentro el se movía de un lado a otro. De pronto se abrió la puerta que daba paso a la gran sala de espera para el público y lo vimos salir con la intención de tomar la puerta que daba paso al estacionamiento.

Al pasar próximo a nosotros, yo lo abordé diciéndole: Señor Cónsul Balderas, por favor acepte éste dibujo como signo de nuestro agradecimiento por su ayuda. Perdone que esté hecho en un folder.

Lo tomó entre sus manos y después de contemplarlo me preguntó:

Esto lo ha hecho usted aquí en una de éstas bancas?  Lo logró dibujar sin mas apoyo que sus propias piernas? ……..Oiga usted, ésto es una obra de arte, se lo agradezco mucho. Por favor venga conmigo….. 

Y lo seguí hasta el frente y tomando el micrófono de una de las ventanillas, desde afuera, pronunció éstas palabras:

Un momento de silencio, quiero que vean como una persona en lugar de estar durmiendo o comiendo basura y protestando por la espera, aprovecha el tiempo haciendo algo de provecho.

Este señor a quien le correspondió el último turno, apoyado sobre sus propias piernas ha hecho éste bonito dibujo y me lo está obsequiando, quisiera que sirviera como ejemplo a las personas que no dejan de manifestar su enojo por el tiempo que tienen que esperar pero que no aprovechan en hacer algo positivo como el señor aquí presente.

Acto seguido me pidió que llamara a mi esposa y que lo siguiéramos hasta su oficina a espaldas de las ventanillas.

En ese momento un sujeto con aspecto de patibulario me abordó diciéndome: Oyes, cuanto micobras por pintar a mis gemelos quiacaban de nacer?   

Cristy y yo sin hacer caso y por atrás del Cónsul entramos y nos instalamos en la salita de su oficina privada. Desde ahí ordenó a su secretaria que mostrara el dibujo al personal, que le sacara una copia para mi y que tomara mis papeles para que le diera trámite a nuestras Matrículas Consulares y nos las llevara ahí mismo mientras nos invitaba un café.

En la conversación le dije que nosotros estábamos muy interesados en participar en el Consulado en alguno de sus programas de tipo cultural, ofreciendo dar alguna plática acerca de algún tema arquitectura ó sobre la música de tipo popular.

De pronto, apenas transcurridos unos quince minutos, nos entregaron en propia mano nuestras credenciales y nuestros papeles debidamente sellados y actualizados.

Nos despedimos agradecidos y poniéndonos a sus órdenes para lo que se le pudiera ofrecer y nos retiramos.

Yo sentí que podíamos cultivar una amistad con el Cónsul y su familia pero antes de que eso pudiera ser recibimos su llamada participándonos que la Secretaría de Relaciones Exteriores de México lo cambiaba a sus instalaciones de la preciosa ciudad de Austin, la capital Texana. 

jueves, 10 de junio de 2010

JUAN PABLO II

Cristy (mai guaif) ganaba una vez mas el primer lugar en ventas de la compañía española IBER y como había sucedido en años anteriores era merecedora de un fabuloso viaje a Europa con base en Madrid acompañada de su (josban) que era nada menos que yo.

Las razones para que Cristy destacara en esa actividad: siempre se ha distinguido por tener un angelote mas grande que el del Paseo de la Reforma; se trataba de un magnifico producto elaborado en Valencia, España;  ella, sin el menor problema, demostraba la efectividad del producto que ofrecía por medio de la elaboración de una comida completa en un mínimo de tiempo en el mismo domicilio de una familia interesada.

Para completar, Cristy acudía con mucha frecuencia al programa de Salvador y Vicky Ortíz  conducido por Cesar Costa y Rebeca de Alba ampliamente conocido como “Un Nuevo Día”. En ese programa, Cristy presentaba al público televidente exquisitos guisos y diferentes platos atendiendo al gusto predominante de las familias estandar de México y siempre pendiente del aprovechamiento y ahorro en beneficio de la economía familiar. 

Ella invariablemente cocinaba ante las cámaras del Canal 2 haciendo uso de las cacerolas que representaba y aunque no le era permitido pronunciar el nombre y marca de esos utensilios, los dejaba ver ante las cámaras y eso bastaba para que entraran a casa las llamadas en increíbles cantidades, solicitando información que mas tarde se convertiría en la adquisición de esos productos.

Pues en la ocasión a la que me estoy refiriendo, Cristy se llevó una vez más el primer lugar entre las tres mil representantes acreditadas a lo largo y ancho del país, así es que alistamos maletas y salimos con rumbo a Madrid en un grupo de excelentes personas que presididas por el director general de la empresa, señor Ángel Palacios originario de la bella ciudad de Cuenca y su esposa Rosario, proveniente de la señorial capital Madrileña.

Una vez instalados en un magnífico hotel de la Gran Vía, iniciamos nuestra visita a los puntos obligados como pueden ser el Parque del Retiro, el Palacio Real, la Plaza Mayor,  la Calle de Alcalá, el Museo del Prado, la Plaza de Armería, etc.

Como segundo punto de nuestro recorrido turístico, visitamos la legendaria ciudad de Roma en la bella Italia y ahí, obligadísimo el acudir al Vaticano.

Arribamos con harta emoción a la impresionante Plaza de San Pedro, obra maestra de Gian Lorenzo Bernini que data de 1656. La gran Plaza está flanqueada por dos columnatas de trazo elíptico que se desarrollan en torno a sendas fuentes situadas en el foco del arco de su diseño original.

Al centro de la monumental Plaza está situado un enorme obelisco monolítico de 25 mts. de altura y con un peso de 327 toneladas. Este obelisco fue trasladado desde Egipto y representa el lugar donde fue sacrificado San Pedro.


Después de disfrutar la magnificencia de ese lugar que no es mas que el preámbulo para entrar a la famosa Basílica, ingresamos a ella y para empezar, nos situamos a disfrutar de esa hermosa escultura en mármol blanco de Carrara obra del gran escultor, pintor, arquitecto y poeta Michelangelo Buonarrotti identificada como “La Piedad” y que simboliza a Jesucristo inerte sostenido por su dolida madre la Virgen María.

Continuamos nuestra visita contemplando frescos y retablos, esculturas y mucha historia, un repaso en el tiempo. Por fin llegamos al centro de gravedad del trazo del hermoso templo que obedece a la forma de una cruz griega de tres brazos y un fuste. Precisamente en ese centro está situado el Altar de San Pedro que se levanta enmarcado por cuatro columnas de mármol negro de estilo Salomónico y que sirven de base a lo que se puede considerar un dosel a la tumba donde está sepultado el Santo.

Este altar por allá, a toda la altura del templo, está coronado por la gran y hermosa cúpula diseñada también por Buonarrotti, soportada por cuatro enormes y robustos pilares que se desplantan desde el marmóleo piso.

Cuando terminamos de recorrer en una forma un poco superficial tanto arte, tanta belleza, nos dirigimos a la entrada en donde nos habíamos citado con nuestros compañeros de viaje. Después de los comentarios de rigor, el grupo y los señores Palacios siguieron su camino para completar el paseo planeado para ese día.

Nosotros, que ya conocíamos esos lugares, preferimos quedarnos. Además, habíamos  preguntado por que estaban colocando una gran cantidad de sillas y  nos pudimos enterar de que se iba a celebrar una misa para los estudiantes italianos y la iba a celebrar nada menos que el Papa Juan Pablo II.

La misa sería a las cinco de la tarde y eran casi las tres. Increíblemente a medida que iban colocando la sillería los lugares se iban ocupando.

Sin importarnos el hecho de todavía no haber comido, Cristy y yo preferimos  tomar unos buenos lugares. Para situarnos había dos alternativas: buscar lugar lo mas adelante posible ó situarnos mas o menos en la fila quince pero con la posibilidad de quedar pegados a la barrera que en paralela con otra delineaban un pasillo de unos tres metros de ancho por donde pasaría el Santo Padre a bordo de su plataforma móvil. Afortunadamente nos decidimos por esa, por la de la barrera.

Nos sentamos en nuestras correspondientes sillas y así, conversando, dejamos correr el tiempo. Como yo invariablemente acostumbro llevar en mis viajes papel, tarjetas,  lápices, carboncillo, esfuminos, colores, tinta, etc., abrí mi petaquín y saque lo necesario y así apoyado en mis piernas y usando una carpeta como base, comencé a contemplar el entorno en que me encontraba.

Al frente, un poco a la izquierda y a una distancia relativamente corta, tenía nada menos que el altar de San Pedro; muy por encima del altar, la famosa y hermosa cúpula de Buonarroti sostenida por los cuatro enormes pilares luciendo sus robustos capiteles y sus preciosas molduras. Entonces, el ángulo en que me encontraba, me permitía dibujar una perspectiva muy a gusto del conjunto en torno al altar.

Comencé a dibujar, fui corrigiendo mis trazos, fui logrando dar una proporción adecuada a los distintos elementos que debía incluir en la perspectiva, mi preocupación era la cúpula porque era un compromiso dibujar correctamente la elipse que describía su desplante y después su desarrollo hacia su centro en todo lo alto.

Recuerdo como dediqué tiempo a la gran cantidad de marcos trapezoidales con que Michelangelo  adornó las entrecalles despuntadas que terminaban en una moldura de la que emergía la linternilla.  Seguí avanzando.

Había pasado una hora y media, yo tenía mi dibujo en la fase de darle sombras, profundidad, contraste, delineando y afinando los detalles. De pronto, presentí que alguien estaba próximo a mi, alguien me veía, voltee la cara hacia uno y otro lado y descubrí que se trataba  de uno de esos caballeros vestidos elegantemente con ropa de media etiqueta y que participan como edecanes en las ocasiones en que el Papa se presenta en público.

Este señor contemplaba complacido mi dibujo y algo me decía en su musical italiano del que poco entendía. Sentí que me estaba felicitando, llamó a un compañero que estaba cerca y le hizo ver mi perspectiva. Cambiaron impresiones, y después creo haberle  entendido: - Señor, de donde viene, de donde nos visita? … Por favor regáleme su obra de arte, como un souvenir de México para el Vaticano.
- No señor, esto es un regalo para el Santo Padre, para el Papa…  y mientras pronunciaba esas palabras, escribía en el ángulo inferior derecho de mi dibujo: Para su Santidad Juan Pablo II una Feliz Navidad con el respeto y cariño de un mexicano que le quiere mucho. Mi firma, nombre, dirección y hasta número telefónico.

Entonces éste señor edecán, haciendo una vez mas su lucha, me dijo: Señore, por favor confíe en mi, yo se lo puedo entregar de su parte al Santo Padre. Contestándole: No señor, muchas gracias pero yo lo haré.

En eso estábamos cuando se escuchó el murmullo, algunos aplausos aislados, movimientos, porras, agentes, ayudantes, fotógrafos... y allá por un extremo de la valla, la imponente figura del Papa.

Ahí venía a bordo de su plataformita alfombrada en rojo complementada con algunos postecillos y un barandal de tubos de latón muy dorados muy brillantes. Ahí venía muy agarradito con su mano izquierda mientras con la derecha repartía bendiciones a diestra y siniestra.

Yo me preparé, primero pretendí convencer a Cristy para que fuera ella la que quedara pegada a la barrera. Ella no aceptó, quiso que yo fuera y así fue. La altura de la barrera coincidía mi abdomen, por debajo de mi pecho, así es que pasé por encima de ella ambos brazos. Con mi mano izquierda sostenía el dibujo mostrándolo, como ofreciéndolo y con la mano derecha la cámara de fotos para poder fotografiar a semejante personaje a escaso metro veinte de distancia.

A medida que avanzaba, el Papa como de costumbre daba la bendición para un lado y para el otro. Yo esperaba tener la suerte de que cuando pasara exactamente frente a nosotros, coincidiera con que estuviera volteando a favor nuestro y afortunadamente así fue. El Papita volteó hacia nosotros y le llamó la atención mi dibujo y lo vio y frunció el ceño y entrecerró los ojos como para distinguir de que se trataba y en ese preciso instante, disparé la cámara y ahora es el caso que puedo presumir esa oportuna foto.


Atrás del Papa venían en dos filas de cuatro unos caballeros muy bien alineados, caminando lentamente atrás de la plataforma Papal. El mas próximo al Papa en la fila de nuestro lado, me tendió la mano y con la pura mirada me dijo sin pronunciar palabra: Permítame su pliego, yo se lo entregaré al Santo Padre. 

Así, en absoluto silencio, yo le entendí y sentí plena confianza en su mirada, su semblante, su tranquila sonrisa y mi dibujo con el se fue. Lo guardó en el portafolios que llevaba en la diestra y continuó su lento caminar. Nosotros nos quedamos hasta el final, después de que el Papa se retiró al término de la misa que duró poco mas de una hora.

Continuamos nuestro paseo por Roma, también visitamos Venecia y Florencia y así muy paseados volvimos felices a nuestra casa en México.

Como quince días después de nuestro regreso, recibí una espléndida carta con el escudo y membrete del Vaticano en la que el Santo Padre Juan Pablo II por conducto de alguien encargado de éste tipo de comunicaciones para que me hiciera saber de su agradecimiento por mi obsequio otorgándome su Bendición extensiva a toda mi familia.

Además me enviaba como un muy especial regalo, una simbólica estampa relativa a la Natividad de Jesús. En la cara posterior en manuscrito, un mensaje y su Bendición.         


viernes, 28 de mayo de 2010

BELLAS ARTES, LA PATETICA Y YO

Aunque el título se siente como petulancia, no es por ahí, por el contrario, estando yo cumpliendo con mi habitual trabajo, sin buscarlo, se me presentó ésta inolvidable oportunidad.

Allá por el año 1965 en la constructora en la que prestaba mis servicios se presentó el compromiso de darle mantenimiento a la Unidad Artística y Cultural del Bosque.

Esta unidad involucraba al Auditorio Nacional y a los teatros aledaños al mismo que son el Del Bosque, El Orientación, El Granero, El Galeón y la Escuela y Teatro de la Danza.

Como a mi en lo particular siempre me gustó meter la nariz en el ambiente teatral, me sentí sumamente complacido cuando me cambiaron de la sección en donde se manejaba la construcción de escuelas a la referida, en donde se agrupaban el Auditorio y todos esos teatros.

Las Oficinas de la Unidad se encontraban localizadas en el mismo Auditorio a un lado de la Entrada de Artistas, el jefe era el arquitecto Ramiro González del Sordo y el Subjefe el arquitecto Díaz de Bonilla.

A mi me correspondía trabajar en coordinación con su segundo de a bordo que era el arquitecto Francisco “Paco” Contró Ituarte  con quien nunca tuve problema alguno, por el contrario, solo recibí de el un incondicional apoyo. Al paso del tiempo y el continuo trato, nos convirtió en dos buenos amigos, amistad que duró hasta el último día de su existencia.

Debido a mi constante presencia en ese ámbito, tuve la oportunidad de conocer a notables personalidades dentro del mundillo teatral como el distinguido dramaturgo Héctor Azar que además era mi paisano y que en aquel tiempo fungía como director de la Escuela de Danza. También tuve la oportunidad de tratar y observar el grado de gran capacidad del magnífico escenógrafo David Antón.

Por otro lado, puedo comentar que también tuve la oportunidad de disfrutar de innumerables ensayos y funciones de las compañías teatrales y de espectáculos domésticas y visitantes.

Pues todo iba mas ó menos tranquilo cuando sorpresivamente me comunicaron que aumentara yo a mi lista de todos esos auditorios, unos chicos y otros grandes, nada menos que el Palacio de Bellas Artes completito.


Afortunadamente el tiempo y la experiencia me habían ayudado a cumplir con mis tareas con cierta facilidad, así es que mas que con temor, con gran ilusión, me presenté en la oficina de la arquitecta Ruth Rivera, hija del pintor Diego Rivera quien era la jefa del Departamento de Arquitectura del Instituto Nacional de Bellas Artes, con oficinas en el propio Palacio pero con entrada por la calle de Hidalgo.

Al presentarme y saludar a la arquitecta Rivera, comentamos que ya hacía dos años que habíamos atendido el gran compromiso del cambio de poderes López Mateos - Díaz Ordaz en ese mismo escenario de Bellas Artes. 

Hicimos un largo y detallado recorrido por las distintas áreas y diferentes pisos, visitando la gran sala principal, el área de tramoyistas, los telares, el escenario y los veinte metros de foso bajo el mismo, donde hay instalados sofisticados equipos que inexplicablemente no se usan y que producen la ilusión de nieve, ventisca, mar en movimiento, escenario giratorio y otros efectos.

También estuvimos en los camerinos de estrellas, los de tipo estandar y los colectivos para grupos; en la Sala Manuel M. Ponce, en los salones de exposiciones y hasta en los estacionamientos. Lo único que hice ya por mi cuenta fue la ascensión sobre la dorada cúpula que aunque cuenta con una escalerita semi oculta representa un gran riesgo para personas ajenas a esa rutina como yo.

La arquitecta Rivera, persona muy inteligente y muy tratable, me dio instrucciones de que iniciáramos los trabajos a la brevedad porque entre otras cosas si no gastábamos los fondos correspondientes al presupuesto previamente aprobado, se tenían que devolver a la Tesorería de la Federación y eso era motivo de incapacidad en el cargo.

Así es que organizamos varios frentes en distintas áreas y atendiendo a las diferentes especialidades como podían ser obras de albañilería, de mármol de Carrara y de Onix, de  instalaciones eléctricas, hidráulicas, sanitarias, de ventilación y extracción de aire, de equipos especiales para la tramoya, de cerrajería, de intercomunicación y sonido, de iluminación, de alumbrado, de ebanistería y barniz, de tapicería y alfombras.

Mi obligación era visitar las obras diariamente y checar y motivar el buen avance, resolver los problemas que inevitablemente se iban presentando, cuidar que los materiales fueran los adecuados y surtidos en su debida oportunidad y cultivar positivamente la relación con los jefes y con los distintos personajes responsables de las distintas áreas.

Así fue que no tardé en conocer a gente muy valiosa en el ambiente teatral como al maestro Antonio López Mancera de quien había mucho que aprender, y en contraste, un personaje que estaba inventariado en Bellas Artes y que controlaba la entrada y salida de cuanta persona llegaba ó se iba, le apodaban “El Pato” y que decir de don Mauricio Magdaleno, de don Salvador Novo y de don José Luís Martínez. También tuve la fortuna de presenciar algunos ensayos y una función del Ballet Bolshoi y de distintas óperas.   

Un buen día, cerca de las once de la mañana, llegué a Bellas Artes a mi visita de rutina y me encontré que los obreros que estaban a cargo de levantar una considerable cantidad de piezas de mármol pues ya estaba muy deteriorado y debía ser sustituido, estaban por ahí sentados sin trabajar.

Me molesté por ello y me explicaron que les pidieron que dejaran de hacer ruido por unas tres ó cuatro horas porque iba a ensayar la orquesta. Los coloqué en el exterior en otro frente de trabajo y yo me quedé con la inquietud de comprobar lo del ensayo.

Con cuidado y silenciosamente ingresé a la gran sala y pude comprobar que ahí estaba la Orquesta Sinfónica Nacional en pleno. Los músicos estaban vestidos casualmente y escuchaban las instrucciones de su director el maestro Luís Herrera de la Fuente que les leía la cartilla.


Luis Herrera de la Fuente - Director de la Orquesta 
Sinfónica Nacional

Yo sabía que si el Director se hubiera dado cuenta de que ahí había un intruso, me hubiera corrido inmediatamente,  pero como estaba de espaldas no se dio cuenta de mi presencia.  Así es que decidí sentarme ocupando una butaca estratégicamente elegida al centro de atrás para adelante y al centro entre izquierda a derecha..

Llegó el momento en que don Luís Herrera de la Fuente terminó de advertirles a los violines de que invariablemente llegaban tarde y corriendo en determinado compás y ordenó comenzar desde el principio.

Levantó los brazos batuta en diestra, contó los acostumbrados cuatro compases y dio entrada a la obra, se trataba de la Patética de Tchaikovsky, nada menos que de ese genio Piotr Ilich Tchaikovsky, triunfante compositor también de El Lago de los Cisnes, El Cascanueces y la grandiosa Obertura 1812.

Cuando me di cuenta estaba gimiendo, estaba llorando. Las notas de tan hermosa obra emitidas por semejante orquesta, para un solo espectador que era yo en la sala mas importante del país... el Palacio de Bellas Artes.

Como a los dos meses me encontré en la cafetería con don Luís y de plano se lo comenté,  el bondadosamente me escuchó, sonrió y me invitó un café.         

lunes, 17 de mayo de 2010

MI AMIGO DON CARLITOS

Contaba yo apenas con diecinueve añitos cuando tuve el gusto de conocer a una persona fuera de serie. Se trataba de don Carlos Pardo, un emprendedor industrial que entre otras cosas fabricaba los reguladores de presión que se instalaban en los tanques de gas que daban servicio a la totalidad de las casas del país entero.

Don Carlitos era muy jovial y tenía muy buen carácter, a veces se acercaba al estanquillo instalado en el pancupé del crucero de las calles de Magdalena y Luz Saviñón  donde nos reuníamos sin  razón específica la juventud de la Colonia del Valle.

Entre los jóvenes que nos reuníamos en esa esquina a pasar el rato y a presumir nuestras carcachas, invariablemente contábamos con la presencia de los germanos del Club de remo Antares, con Alfonso “Pacha” Esparza Oteo hijo del inolvidable compositor y con Fernando Rangel Vergara actual dueño de la cadena de estacionamientos “Ranver”.

Pues a ese estanquillo de acercaba don Carlitos y sin ningún problema, no obstante la diferencia de edad,  se integraba con el famoso grupo. El era dueño de un flamante Bel Air de la Chevrolet verdecito con crema  y no tardó en presumirnos que también poseía una avioneta Cessna que el mismo piloteaba.

Un medio día de soleado sábado llegó y nos dijo: quien gusta un buen cocktail de camarones en la playa de Caleta, estaremos de regreso como a las seis de la tarde y solo dos de los ahí presentes nos interesamos en participar en esa inesperada experiencia.

Recuerdo que mi amigo, Javier Alberú y yo, después de cerrar y poner el toldo a mi mi Fordcito’36 convertible y por si fuera poco rojo bombero el condenado, abordamos el Bel Air de don Carlitos y nos dirigimos a la zona de hangares privados del  aeropuerto de la ciudad de México.

Atendiendo a la solicitud vía telefónica por parte de don Carlos, cuando llegamos a su hangar, nos encontramos que ya estaba su avión afuera, checado de todo y con el motor trabajando. Se trataba de una avioneta Cessna 150 de ala alta con capacidad para cuatro pasajeros. Era de muy buen diseño, blanca con partes rojas y no obstante que ya tenía tres años al servicio del señor Pardo, se sentía como nueva.


Después de llenar unos papeles en los que se señala su plan de vuelo y otros detalles, don Carlos se reportó por radio a la torre de control y se fue taxeando y acercando a la pista que le indicaron. De pronto una luz verde le avisó que tenía autorización para hacerse al aire y así lo hicimos.

El avioncito subió y subió sin dificultad de ninguna especie. Yo desde el asiento del copiloto observaba a don Carlos y podía comprobar que sabía lo que estaba haciendo. Nos advirtió que antes de tomar la ruta a Acapulco quería practicar algunas de las suertes ó ejercicios que según nos dijo eran muy convenientes para agarrar experiencia y saber que hacer en casos comprometidos.

Así fue que primero aterrizó en dos ruedas, dejando la nariz del avión arriba y luego, antes de bajarla se hizo de nuevo al aire. Según nos explicó era un recurso para corregir el aterrizaje cuando se encontraba uno algún obstáculo en la pista. 

Después practicó algo a lo que llamaba “regresión” que consistía en que cuando se vuela por contacto y no por instrumentos y se mete a ciegas dentro de un banco de nubes y no hay la seguridad de lo que pudiera haber mas adelante, lo conveniente es regresar exactamente por el imaginario túnel por el que antes entró.

Y para terminar, quiso practicar la suerte mas lucidora, el famoso “Looping the Loop” que significa rizando un rizo y se aventó nada mas que tres loops que honradamente nos impresionaron porque se siente muy fuerte estar de cabeza y con el horizonte al revés.

Después de haber hecho su tarea, don Carlitos la enfiló hacia Acapulco ofreciéndonos unas vistas inimaginables pues al llegar al puerto y antes de aproximarnos al aeropuerto nos dio una paseadita sobre las playas tan impresionante como pueden ser los bikinis de las guapas chicas.

A propósito de bikinis, después de un feliz aterrizaje y de transportarnos en un taxi a la playa de Caleta, cuando Caleta era Caleta, no la degradación que es hoy, disfrutamos nuestros prometidos camarones complementados con una exquisita cerveza bien fría que nos sirvieron desde el incomparable Bum, Bum.

Cuando comenzamos a sentir las ansias de una siesta, volvimos al Cessna y con el compromiso de no mas acrobacias por aquello de lo que llevábamos en el estómago, volvimos a la ciudad de México. Muy agradecidos con don Carlos, nuestro bondadoso amigo y mesurado piloto llegamos a nuestra esquina de la colonia del Valle para arrancar nuestros correspondientes autos a las cinco cuarenta y cinco de la tarde. 

Pasando un poco de tiempo, volví a ir a volar con don Carlos. Ahora iba yo como único invitado, ahora no fuimos a Acapulco,  solo volamos y vimos paisajes y volvió a practicar sus acrobacias, ahora por primera vez me instruyó en lo mas elemental para volar una avioneta como esa.

Otro día, también sábado, me buscó pero no en nuestra esquina particular sino en mi casa. Me dijo radiante de felicidad que había cambiado su Cessna 150 por otro también Cessna pero ahora era el 180 y era nuevo y era blanco con partes azules y que me invitaba a conocerlo y de ser posible estrenarlo dando una voladita por la ciudad.


Yo acepté porque me gustaba lo de la volada y porque me sentí muy contagiado por la emoción que experimentaba don Carlitos. Total, fuimos, conocí su nueva nave, honradamente estaba formidable. Me impresionó mucho que traía las ruedas cubiertas por una especie de salpicaduras.

Abordamos su nuevo avión, taxeamos, nos elevamos,  divagamos un tiempo sobre los alrededores de la gran ciudad de México y luego se dirigió al área del Lago de Texcoco que mas bien ya no llega ni a charco y ahí sobre esa gran planicie, donde es difícil calcular la altura porque no hay ningún elemento como árboles, construcciones, vehículos ó ganado que te de idea de la escala, comenzó a calar su famoso 180.

Todo iba mas ó menos normal pero cuando decidió iniciar su serie de loops, se nos apareció el diablo. Don Carlos inició su primer loop; recuerdo que iba pronunciando los pasos a seguir: bajas la velocidad, aplicas aire caliente al carburador, jalas el volante hacia ti y cuando el avión se encuentra en posición de cabeza, metes el acelerador a fondo y completas y sales del loop.

Desgraciadamente no fue así, cuando estábamos de cabeza y yo veía el horizonte muy bien definido pero con el azul del cielo abajo y el color tierra arriba, de repente el avión sufrió una fuerte sacudida, no obstante que estaba nuevo, por la misma sacudida se nos vino la tierra de los tapetes a los ojos y a la boca y junto con esa impresión sentimos que la avioneta  se desplomaba.

Don Carlos no podía disimular su enorme angustia, trataba de controlar el avión acelerando hasta el fondo pero no había reacción. Habíamos entrado en una caída vuelta de campana que según supe después es muy difícil salir de ella porque cuando el efecto de la hélice llega a las alas y al timón traseros, la cola ya no está ahí y el aparato entra en una espantosa fase fuera de control.

Yo di todo por perdido cuando me dí cuenta de que don Carlitos se dio por derrotado y soltó los controles y se asió con las dos manos de una agarradera fija en el poste del parabrisas. Yo no sabía si faltaban uno ó cinco ó diez segundos para morir. Por las ventanas veía pasar el horizonte repetidas veces. Fue una situación espantosa que nunca olvidaré.

Cuando la distancia a tierra se había acortado, inesperadamente y seguramente por una corriente de viento de costado, la avioneta salió de esa vuelta de campana y comenzó a volar con el ala izquierda apuntando a tierra y así la situación que se nos presentaba ya era otra. Don Carlitos tomó nuevamente los controles y logró estabilizar el avión. Volamos no se si tres ó cuatro minutos en completo silencio y sin preocuparnos que rumbo llevábamos.

Cuando le dejaron de temblar las piernas, el capitán de la nave corrigió el rumbo, la velocidad, checo la altitud  y nos dispusimos a buscar el aeropuerto. Una vez logrado ello, por medio del radio solicitó autorización para aterrizar, le señalaron pista, aterrizamos, nos apeamos del avión, vomitamos ampliamente, tomamos una cocacola, yo volví a vomitar, abordamos el Bel Air y en un completo silencio nos dirigimos a la colonia del Valle, nos despedimos y no me volvió a invitar a echar una voladita nunca mas.

Pasó el tiempo, mucho, de vez en cuando nos encontrábamos y simplemente nos saludábamos y conversábamos con el gusto y respeto de siempre pero sin recordar lo sucedido aquel terrible día.

 Años mas tarde, casualmente leí en el periódico una  triste noticia: El progresista industrial Carlos Pardo falleció al caer el avión de su propiedad que el mismo piloteaba.

El accidente sucedió el día de ayer en las inmediaciones de un punto denominado Villa del Carbón, en el Estado de México y los peritos dictaminaron que fue debido al mal tiempo. Descanse en Paz don Carlos Pardo. 
   

EL DR. I.Q.

Jorge Marrón Erostarbe era un joven Locutor Veracruzano que crecía profesionalmente al paso de las importantes radiodifusoras XEB, XEW, XEQ y posteriormente la XEX.


Yo recuerdo el revuelo que provocó la transmisión del primer control remoto que en 1950 junto con su auxiliar Gabino Carrandi hizo en pleno vuelo a Acapulco desde un DC 3 de  Aeronaves de México.

Aunque el radio provocaba que la gente imaginara a sus locutores y en algunos casos a los artistas que no habían llegado a un alto nivel de popularidad, el DR. I.Q., era un caso distinto, pues debido a la publicidad, a su recia personalidad y a la transmisión de sus programas donde se presentaba en vivo, resultaba ser una imagen bastante conocida para el público en general.

El señor Marrón era dueño de una impactante personalidad pues se trataba de un hombre entre maduro y viejo, muy alto, de gran cabellera inmaculadamente blanca y de mirada penetrante que denotaba plena inteligencia.  

Cuando patrocinado por la compañía Mars, S.A., fabricante de las famosas golosinas Milky Way se presentaba el DR. I.Q. en el escenario del Teatro Alameda ó en cualquier otro, en la Ciudad de México ó en cualquier otra, con Jorge Manrique a su diestra y don Oscar Azcué a su siniestra, elegantemente vestidos luciendo su mejor smoking y dispuesto a regalar dinero a manos llenas, todo ello transmitido por la XEW y por unas muy largas temporadas.

Entre el lunetario y balcones igualmente vestidos, Jesús Elizarrarás, Antonio Azcué, Ignacio Arellano y Guillermo Rivas equipados con sendos micrófonos portátiles contestando a las palabras del señor Marrón: Arriba a mi izquierda….Aquí tenemos a un caballero, doctor…..Con mucho gusto le entregarán en propia mano la cantidad de cincuenta pesos si responde correctamente a la pregunta que le voy a formular…..y el DR. I.Q., hacía la pregunta y el entrevistado(a) recibía su dinero si contestaba acertadamente.

Y después sería: Abajo a mi derecha ó Abajo a mi izquierda y la verdad es que sus programas eran muy emocionantes y en cierta forma colaboraba con crear en la gente el deseo y la necesidad de cultivarse.

Pues resulta que un buen día, a principios de 1959 entró una llamada telefónica a casa pidiendo hablar con quien esto escribe. Una vez que tomé la bocina e inicié las frases de rigor, me sacudió una rara emoción porque no dudé de que quien me hablaba era ni mas ni menos que el Dr. I.Q., quien me dijo que deseaba hacer una cita conmigo porque me quería encargar el Proyecto Arquitectónico y la construcción de su nueva casa y que de antemano me felicitaba porque había recibido muy buenas referencias mías.

Total que nos entrevistamos en su departamento de las calles de Dr. Vértiz, tuve el gusto de conocer a su esposa, me llevó a conocer su terreno en la calle de Ex Arzobispado a un lado del Observatorio de Tacubaya, me dio toda la información requerida para elaborar el Proyecto y ya sin ninguna duda, me puse a trabajar.

La oportunidad de corresponder a su confianza me permitió ofrecerles un proyecto que les resolvía todas sus necesidades, en especial una parte muy importante de la casa que era un espacioso salón en donde leía y seleccionaba su correspondencia con relación a su programa. Ahí mismo elaboraba y daba orden a sus preguntas que de ser contestadas merecerían el premio en atractivas cantidades.

La casa se terminó y fue felizmente ocupada. En contraste, nació una muy apreciada amistad que cultivamos por ambas partes y por el tiempo que nos permitió la vida hasta que don  Jorge Marrón Erostarbe vivió su último día.


   

domingo, 16 de mayo de 2010

DE “LA RESACA” A BELLAS ARTES

Nuestros seis muy queridos hijos, un día de tantos decidieron volar y volaron todos. Unos deseaban continuar sus estudios en el extranjero, los otros, solteros ó ya casados, quisieron incursionar y probar suerte con nuevos y distintos horizontes en su desarrollo profesional, pero como dato curioso, de seis, cinco en el ámbito e la música.

Nosotros, como papá y mamá, los extrañábamos mucho pero nos complacía saber que iban progresando cada uno en lo suyo.

Uno de sus muy queridos amigos era un joven y valioso cantante con tesitura de tenor llamado Mauro Calderón. Al ausentarse nuestros hijos y dada la inclinación y amor que teníamos por la música, nosotros conservamos esa valiosa y tierna relación de amistad. Cada vez que había la oportunidad de escuchar a Mauro, acudíamos gustosos a disfrutar de su agradable timbre de voz.

Una vez, platicando con otro de nuestros monstruosos amigos, ahora se trataba de don Jacobo Morett, nos enteramos de que estaba organizando un muy merecido homenaje al más monstruo de los monstruos, don Manuel Esperón, quien estaba próximo a cumplir y después de su impresionante labor en pro de la música mexicana y de haber forjado a grandes artistas como Jorge Negrete y Pedro Infante y haber musicalizado mas de quinientas películas de nuestro glorioso cine mexicano antes de que los genios de genios acabaran con el.

Sale sobrando decir que la obra de don Manuel Esperón como compositor, es también uno de los grandes acervos musicales que hemos disfrutado y seguiremos disfrutando mientras tengamos vida, basta citar unos cuantos títulos de sus incomparables canciones: La Mujer del Puerto; Hay Jalisco no te Rajes; Me he de comer esa Tuna; Yo soy mexicano; Cocula; Ven; Amorcito Corazón, Mía; Carta de Amor e infinidad de canciones más.
    
Pues volviendo al tema original, por don Jacobo Morett me entero de que él mismo está organizando el homenaje a don Manuel a celebrar en el Palacio de Bellas Artes. A mi se me hizo “justo y necesario” que en esa gran fiesta tomara parte nuestro joven amigo Mauro Calderón, pero no se me hizo legal ni correcto que abusando de la amistad con don Jacobo me valiera de ella para comprometerlo a incluir al tenor Calderón.

Así fue que se me ocurrió organizar un “compló”. Le corrí una invitación a don Jacobo para que junto con su linda esposa Edith Garza nos acompañara a mi y a mi esposa Cristy a comer a una muy agradable cabañita enclavada por ahí en la carretera a Toluca dentro del área de el Desierto de los Leones. El lugar, propiedad de Laurita la esposa del cantante se llamaba “La Resaca” y era un ameno restaurante rústico, de montaña,  donde al lado de una agradable chimenea se comía estupendamente.

Por lo regular, los sábados a partir de las cinco de la tarde Mauro cantaba ahí deleitando a la clientela de su esposa Laura.


Pues volviendo al origen de ésta historia, don Jacobo aceptó y terminando su programa sabatino “A mi Manera”, que concluía precisamente a las cinco de la tarde Cristy y yo lo recogimos junto con su linda Edith y raudos y veloces nos dirigimos a comer a la comentada cabaña.

Desde luego que Mauro ya estaba advertido y sabía que sobre las cinco con cuarenta y cinco llegaríamos con nuestras amigos y que después de dos ó tres canciones diría: Ahora querida concurrencia,  les quisiera ofrecer unas canciones del gran compositor Manuel Esperón, y entre aplausos comenzó a cantar Flor de Azalea. Al término de éste gran tema prosiguió con Amorcito Corazón y pretendió terminar con Hay Jalisco no te Rajes.

Los eufóricos comensales aplaudían a rabiar al cantante quién con toda intención interpretaba al maestro Esperón como nunca. Añadió a la lista Mía y Yo soy Mexicano.

A continuación sucedió lo que Mauro y yo esperábamos, don Jacobo Morett se puso en pie, se dirigió al estrado y pidió a Mauro su anuencia para subir. Mauro le tendió la mano y le saludó abrazándolo solicitando de la audiencia un caluroso aplauso para el respetable musicólogo e historiador.

Don Jacobo tomó la palabra y expresó: Señoras y señores deseo hacer constar que me ha impresionado profundamente la voz de éste joven tenor a quien no tenía el gusto de conocer. La interpretación  de las canciones del maestro Esperón han sido tan impactantes como cuando las escuchamos en la voz del inolvidable Jorge Negrete.

Me voy a permitir aquí, contando con el testimonio de tan respetable audiencia, hacer una formal invitación al señor Calderón para que participe en el homenaje a don Manuel Esperón que se llevará a cabo el veintiuno de Octubre de éste 2001 en el Palacio de Bellas Artes.

Mauro contestó a tal invitación sin poder ocultar su gran felicidad y guiñándonos un ojo nos dio a entender que se estaba logrando lo que habíamos planeado.

Así fue como el joven tenor Mauro Calderón tuvo la oportunidad de una brillante y espontánea participación, sin recomendación de por medio, cantando en un escenario tan importante las canciones de un Compositor que entre sus éxitos puede contar que gracias a su inspiración brillaron artistas de la talla de Jorge Negrete y Pedro Infante.


Desde entonces, Mauro se convirtió en el intérprete oficial de don Manuel Esperón y han instituido que los martes de cada semana se reúnen para escudriñar entre sus múltiples partituras hecho que les ha permitido refrescar su incomparable obra.

Don Manuel celebrará el próximo tres de Agosto de éste 2010 sus gloriosos noventa y nueve años de ejemplar trayectoria por el camino de la vida. ¡SALUD, DON MANUEL!

sábado, 15 de mayo de 2010

BREVE HISTORIA DE UNA GRAN VOZ

José Antonio y yo teníamos doce años de edad. Los dos ingresamos al elitista colegio de los padres jesuitas en la ciudad de Puebla. Se trataba del Instituto Oriente y quedamos inscritos en primero de secundaria en el mismo grupo, clasificado como Primero “A”.

En ese grupo también quedo incluido el niño mas ricachón entre los abundantes niños ricachones, se trataba de Maximino Ávila Richardi, conocido simplemente como el ”Chacho”, hijo del nefasto, podrido y arbitrario asesino llamado Maximino, hermano del Presidente de la República, (1940-1946), General Manuel Ávila Camacho.


Este Maximino, vergüenza de la humanidad, hermano mayor de don Manuel, a base de infundir miedo ó mas bien  pánico, siempre perseguía lograr lo que se le antojaba, así se tratara de alguna propiedad, ó de alguna empresa, ó un automóvil ó alguna mujer, se tratara de quien se tratara, sin importarle matar a quien fuera necesario para lograr sus insaciables, equivocados  e inaceptables objetivos.

Este espécimen, llegado el momento en la trayectoria política del país, allá por 1939 quiso ser el Presidente de la República y al no lograrlo, se dedicó a atacar a su propio hermano quien le ganó la silla presidencial. Por lo pronto, pasando por encima de quien fuera, se autonombró Ministro de Comunicaciones desde donde organizaba su interminable sucesión de fechorías.

No obstante que el pueblo conceptuaba al primer mandatario como “El Presidente Caballero”, Maximino, su propio hermano, se regocijaba llamándole “El Bistéc” aclarando que se trataba de un pobre pedazo de  “Buey”.

Aunque el famoso “Chacho” no era responsable de la conducta de su padre, era un chamaco prepotente y los curitas y demás profesores lo sobre valoraban consintiéndole detalles como el llegar al salón con un super radio Phillips Trans Oceanic para escuchar los juegos de la serie mundial de Baseball a la hora de las clases. 

Pues así, soportando ese desagradable ambiente, José Antonio y yo, que ya éramos muy buenos amigos, presenciábamos y soportábamos el injustificado trato que le concedían al tal chamaco Ávila Camacho y al grupito de lambiscones que no se le separaban.

Dentro de ese incómodo ambiente, mi amigo José Antonio se regocijaba con un sueño, un sueño que cultivaba y que ya había adquirido proporciones de obsesión.  El quería llegar a ser un “Señor Locutor” que en aquel tiempo se les clasificaba como “Anunciador de Radio”. Su ilusión era tan grande que recuerdo como clavaba su lápiz en una goma de migajón de las cuadraditas amarillas y aquello se convertía en un imaginario micrófono.

Era sabido por todos sus compañeros que fuera de las horas de clase, se la pasaba hablando y hablando  pronunciando los comerciales de aquella época. Eso dio lugar a que se aprendiera algunas poesías, las mas clásicas, dando pie a que en alguna festividad del colegio fuera  invitado por los organizadores para declamar “El Credo” del Vate  Ricardo López Méndez haciéndolo tan bien que automáticamente se transformó en el declamador oficial del colegio.

Cuando terminamos la secundaria, tomamos diferentes caminos y nos dejamos de ver, pero no tardé en enterarme de que a los dieciséis años ya estaba trabajando en la radiodifusora más importante de la ciudad de Puebla, la XEHR. Entre algunos programas, en los cortes, José Antonio hacía algunos  comentarios con respecto al clima, e invitaba a los radioescuchas a cumplir con ciertas obligaciones civiles y de vez en cuando tomaba parte en el elenco de esa estación participando en pequeñas cápsulas.

Poco a poco fue evolucionando y a base de categoría y creciente prestigio, se fue ganando un merecido sitio. Se distinguía por su seriedad y profesionalismo, por su buena memoria, por su cálida y amable voz y por la calidad de su clara y enfática pronunciación.

Pasado un tiempo, ya en la ciudad de México logró colocarse en la radiodifusora XEJP en la que se inició con buen éxito haciendo Radio-Teatro, desarrollando el papel estelar de El Retrato de Dorian Grey y posteriormente con Fuente Ovejuna de Lope de Vega.

Posteriormente, en 1953 ingresó a la radiodifusora mas importante del país, la XEW, en donde comenzó a tener participaciones cada vez mas y mas importantes en el área de los Radio-Teatros haciéndose cargo de los estelares de Ha llegado un extraño, que también pasó por TV; Felipe de Jesús, La Vida de Jesús, Juan Diego, El Milagro del Tepeyac, que además de pasar por radio también fue proyectada en una serie de TV y en grabación de un exitoso disco.

Continuaron sus éxitos logrando una verdadera revolución con la obra Judas Tadeo, (El Santo Olvidado); en seguida, en 1962, haciendo su inmortal San Martín de Porres.

En 1964 en la capital española, fue objeto de un gran homenaje en la Plaza Monumental de Madrid, haciéndole entrega del Premio Ondas distinguiéndolo como El Artista mas Destacado en ese Año.

Posteriormente en México para el radio y el disco, hizo los estelares de La Vida de Pedro Infante, Javier Solís y Elvis Presley.  

Simultáneamente, José Antonio ya se había ganado un primerísimo lugar en su calidad de declamador, colocándose como sucesor de ese señorón del micrófono don Manuel Bernal. Por cierto que cuando el legendario Vate Ricardo López Méndez escuchó su máxima obra, su incomparable El Credo en voz de José Antonio dijo terminantemente: Deseo que cada vez que se declame esa que es una de mis obras consentidas y yo esté presente, sea éste joven quien se encargue de interpretarla.

Después de esa gran racha de éxitos llegó a participar en la importante grabación de su popular disco con su inolvidable El Cristo Roto del R.P. Ramón Cué s.j., con una enorme aceptación por parte del público a nivel de la ciudad de México, en la república toda y en algunos países de habla hispana.

Total, que aquel mi compañerito de doce años, después de largo camino por la vida, pudo cumplir su sueño de ser “Anunciador de Radio” además de haber logrado un lugar preponderante en las demás actividades en torno a los micrófonos de las radiodifusoras y de las grabadoras de discos, habiendo llegado a ser  Presidente de la Asociación Nacional de Locutores por votación unánime de sus compañeros de ese querido gremio.

Por cierto que en 1995 durante su gestión, me invitó a dar una plática en la Capilla Británica sobre la vida y obra del genial compositor Agustín Lara y al término de la misma me hizo el honor de adoptarme como socio honorario. Para mi fue una verdadera deferencia haber recibido mi credencial de Locutor.

El nombre completo de mi querido compañero a quien recuerdo con cariño y respeto:
  
JOSÉ ANTONIO COSSIO

Pepetoño, te saludo con un cordial abrazo.


LAS TEMIBLES ISLAS MARÍAS

A poco tiempo de terminada la terrible segunda Guerra Mundial, apareció en México una peligrosa enfermedad que atacaba particularmente al ganado vacuno, se trataba de la Fiebre Aftosa. El gobierno de México tomó cartas en el asunto y de inmediato organizó  brigadas para no permitir que esa calamidad se expandiera a lo largo y ancho del territorio nacional.

A la vez, grupos de médicos veterinarios y científicos especializados en el control de esas epizotias, trabajaban empeñosamente en encontrar el origen de esa enfermedad. No obstante mi corta edad, yo recuerdo la presencia de equipos uniformados que a bordo de vehículos parecidos a los militares, circulaban dentro de la ciudad para tomar las carreteras que conectaban con las distintas áreas donde se iba presentando esa tremenda plaga.

También recuerdo que cuando uno viajaba a bordo de un autobús o de algún automóvil, en las distintas carreteras se instalaban retenes para detener a los vehículos y obligar a los ocupantes a caminar a lo largo de la cuneta sobre un tapete de aserrín empapado en algún poderoso insecticida para evitar la propagación de esa enfermedad y simultáneamente en los ranchos en muy distintas partes del país, se aplicaba el temible Rifle Sanitario, dando muerte a gran cantidad de cabezas de ganado enfermo.

El gobierno de los Estados Unidos, a través de sus dependencias a cargo del control y desarrollo de la agricultura y la ganadería, tuvo una gran ingerencia en éste asunto y apoyó muy fuertemente en el aspecto técnico, científico y económico al programa mexicano que perseguía la erradicación de la tal Aftosa por el gran temor de que éste mal se propagara dentro del territorio norteamericano.

Por fin, después de grandes esfuerzos y alto costo, los dos países disfrutaron de una verdadera despreocupación con respecto al comentado y peligroso mal.

Pasaron los años, muchos, hasta que en tiempos del presidente Echeverría, siendo subsecretario de Ganadería el prestigiado Médico Veterinario Gustavo Reta Petterson, desgraciadamente volvieron a aparecer signos de Fiebre Aftosa.

Dentro de la mayor discreción posible y después de comprobar que el origen de la nueva presencia de la enfermedad venía en el semen procedente de Brasil y de otros países en donde también ya se practicaba la inseminación artificial, el doctor Reta propuso al Presidente de la República que en algún lugar fuera del territorio firme se instalara una unidad cuarentenaria para poder continuar con el Programa Internacional de Inseminación Artificial sin caer en el grave riesgo de su propagación.

Se propuso como el sitio idóneo una de las Islas Marías. Las islas son cuatro, tres mujercitas y un varón; sus nombres: María Madre, (que es el presidio, al que le llaman Colonia); María Cleofas, María Magdalena (desocupada, que es la que se escogió para asentar el Proyecto) y San Juanico que es donde se encuentran las terribles salinas.

El Presidente autorizó al doctor Reta para que de inmediato diera curso al proyecto y así fue que se me invitó para que formando parte de un grupo de distintos especialistas en la materia, obtuviera los informes de cada uno de ellos para tener las bases necesarias  para desarrollar un proyecto arquitectónico bien fundado y por tanto útil.

El grupo lo integramos, de la Subsecretaría de Ganadería: el Director de Sanidad Animal, el Director del Instituto de la Leche, el Director del Instituto de Inseminación Artificial, el Director de control e investigación de la Fauna Silvestre y de la Subsecretaría Forestal: un especialista en bosques y pastos, una persona muy  experimentada en aserraderos.

También estaba programado un técnico en dragado para muelles y embarcaderos y un especialista en aeronáutica y pistas de aterrizaje y para concluir, yo,  como coordinador de la información que aportarían cada uno de ellos para tomarla en cuenta  en la elaboración de un Proyecto Arquitectónico bien fundado.

Así fue que valiéndonos de una formidable fotografía aérea de aquella isla le dimos la vuelta completa cambiando de lugar nuestro campamento a medida de nuestro avance. El recorrido lo hicimos en quince días.  


Después de un arduo, arriesgado e incómodo trabajo, sobre todo para los que ni siquiera nos interesamos algún día en ser Boy Scouts, terminamos nuestra aventura y nos situamos en la playa previamente acordada para que nos recogiera el guardacostas de nuestra armada de nombre Polimar II.


Ya de regreso a la Isla María Madre, esperamos el avión de la Secretaría de Agricultura y Ganadería para que nos llevara de regreso a la ciudad de México, pero el avión nunca llegó. Como es costumbre entre nuestros vergonzantes gobernantes, el señor Secretario le prestó el avión a su amante para que en compañía de unas amigas fueran a fayuquear a San Antonio Texas, provocando que cada uno de nosotros, los colaboradores del proyecto, costeáramos nuestro regreso a nuestro punto de origen.


El Proyecto se elaboró, se terminó, se puso a la consideración, la opinión unánime las distintas autoridades fue aprobatoria, no así la del Presidente Echeverría, el nefasto don Luís, quién primero lo planteó, después lo sugirió, luego la ordenó y al final lo desconoció, pues influenciado por un mal mexicano,  un sombrío veterinario lambiscón del presidente llamado Pablo Zierol, decidió que el proyecto se olvidara.

El significativo costo del famoso proyecto y las graves consecuencias que pudieron haber surgido por no haberlo hecho efectivo, no tuvieron la menor importancia, al fin y al cabo el pueblo paga.